12 de septiembre de 2012

Etapa 3. Bodenaya-Campiello. 25,2 km.


A las 6,30 de la mañana empezó a sonar suavemente el Ave María de Shubert y al poco rato estábamos desayunando en el comedor. 
La noche también había tenido su particular concierto de ronquidos (parece que va a ser la tónica habitual cada noche), voy a tener que plantearme seriamente en sacar los tapones para los oídos, que pensaba que no los iba a necesitar.
Después del desayuno y prepararme bien los pies, nos despedimos efusivamente de Alejandro y salimos los últimos, a la vez que la rusa Yllana, a las 7,30. 
 

Amanece después de pasar La Espina
 Todavía estaba oscuro y a la salida de Bodenaya las señales se veían regular. Avanzábamos los tres a paso lento pero aún así dejamos atrás a Yllana al pasar el pueblo de La Espina, a 1,2 Km. Volvíamos a ir solos.
Los caminos por los que vamos pasando no tienen grandes desniveles y son zonas rurales con mucha ganadería, de vacas claro.


Camino de Tineo

En las aldeas vemos muchos establos y en los caminos se nota bastante la “presencia” de las vacas, hay que ir con mucho cuidado para no pisar esa “presencia”. Por todos lados hay un olor particular, no desagradable, una mezcla vegetal y animal, a campo.


Caminos rodeados de cercas para el ganado


Entrada a Pedregal. Joan descansa junto a la máquina expendedora

Fuente de Pedregal
Arquitectura típica y aldeas vacías
Cruceiro a la salida de Pedregal


El camino es muy bonito y vamos viendo mucha arquitectura típica. Por los caminos nos cruzamos con otros peregrinos que no conocíamos. Son casi las únicas personas que hemos visto, exceptuando a Antonio, un señor mayor, un poco antes de llegar a Tineo.


Antonio, el "saludador" de las peregrinas

Te encuentras flechas amarillas en los lugares más insospechados...
El señor Antonio estaba en el portón de un establo, frente a su tractor, y nos saludó muy efusivamente, en especial a mi. Nos dio la mano y a mi me dio dos besos y ya no me soltó. Nos contó que cada año saluda a cientos de peregrinos, pero yo creo que más bien a peregrinas, porque me ha echado el brazo al cuello y no hay quien lo despegue. Es un hombre simpático, aunque bastante pegajoso. Después de “arrancármelo” nos deseó buen camino. Pensamos en Yllana, que venía detrás, tan grandota, ¿se atrevería con ella?


Molino de agua
Ya casi encima de Tineo nos encontramos con Chusmari, que tenía los pies bastante perjudicados por las ampollas y se estaba cambiando de calzado. Lo esperamos y cuando llegamos a Tineo pasamos de largo. Aprovechamos para hacer unas fotos en una escultura que representa un peregrino, situada en la parte alta del pueblo.


Tres peregrinos en Tineo


Vista de Tineo, con sus coloridos edificios

Tineo, la tierra de la mantequilla, los otros chicos que iban delante habían entrado al pueblo y se habían pegado un buen desayuno, pero ya se habían ido.


Aunque nosotros no entramos en Tineo, los chicos que iban delante si que pararon a desayunar y Alberto retrató esta muestra de arquitectura tradicional

 Pasando Tineo nos encontramos un “mirador” muy curioso, lleno de letreros que hay que pararse al leer. El camino vuelve a ser precioso y empieza a llover. Tenemos que parar para ponerle la funda a la mochila y ponernos los chubasqueros.


Poco a poco empieza a llover

Tineo queda atrás...

Aquí hay letreros muy curiosos

Paisaje desde Tineo hasta adentrarnos en el bosque
 La capa de agua, de momento no parece necesaria. Al rato nos volvemos a encontrar a Chusmari, que iba delante, peleándose con el impermeable mientra intentaba ponérselo, porque hacía viento y además lo estaba estrenado y no sabía muy bien como iba.
Está muy bien porque es como un impermeable largo que además cubre la mochila, todo en uno, pero al principio cuesta saber como se pone.
Le ayudamos y seguimos un buen trecho juntos. A pesar de llevar los pies doloridos y llevar las sandalias, Chusmari iba muy rapidito y nos volvió a adelantar.


Camino del bosque la lluvia aprieta

Desde Tineo hasta adentrarnos en el bosque, el camino va subiendo

La lluvia apenas molesta...

Nosotros íbamos más despacio y parando a hacer fotos porque el camino era cada vez más espectacular, altos árboles de un verde intenso, robles, castaños, el suelo lleno de hojas secas, el ruido de la lluvia en la copa de los árboles…era como ir por un sueño. 

El bosque de robles con el suelo tan blandito...
 
Caminamos sumergidos en el silencio...

Ya hacía más de dos horas que pasamos Tineo, ahora íbamos bajando y encontramos la señalización al monasterio de Obona, un desvío de 400 m que luego hay que desandar. Como no teníamos prisa nos acercamos a verlo.

Monasterio de Santa María La Real de Obona


Fachada principal del Monasterio

El Monasterio de Santa María La Real de Obona se cree que fue fundado en el año 780 y con posterioridad se convirtió en centro de gran poder económico y cultural y también atendían a los peregrinos.

El entorno y la lluvia le dan un carácter muy romántico...

Cada rincón de la galería está tomado por las hierbas
 Aunque está declarado Monumento Nacional desde 1982, su estado es casi ruinoso, pero no por eso menos bonito. Su fachada es muy sobria y por un lateral se puede entrar al interior y ver su claustro, alrededor de un amplio llano que ahora está tomado por las hierbas, y un bosque al fondo.

El interior está abandonado

Pasear dentro de estos muros supuso uno de los momentos mágicos del Camino
Me imagino a los monjes por aquí, en silencio, disfrutando de la paz del lugar
 
El día lluvioso le daba un aspecto muy romántico y mereció la pena hacer esos 800 m más para verlo. Al incorporarnos de nuevo al camino, envuelto en bruma, seguimos en una atmósfera  como de ensueño, hasta llegar a Villaluz y coger otra vez carretera.
Pasamos varias aldeas más y llegamos a Campiello sobre las 2,30, con los pies destrozados de los últimos 4 Km. por carretera. Ya estaban allí casi todos, en el albergue Casa Herminia.

Árboles habitados por duendes...

Y el bosque de Obona sigue con toda su belleza, robles, castaños, abedules...antes de llegar a Villaluz y luego a Campiello
  Casa Herminia es un albergue privado, y por distancia era el que mejor nos venía, unos 26 Km. El siguiente albergue es el de Borres, 3 Km. más, y las opiniones sobre él son tirando a malas.
De Casa Herminia también teníamos nuestras precauciones ya que es uno de los alojamientos más polémicos del camino gracias a su dueña, Herminia, a la que se tilda de pesetera y abusona, pero todos pusimos nuestra energía positiva en que las cosas salieran bien, como así fue.
Cuando llegamos, algunos estaban en el bar tomando cervezas y otros en el albergue terminando de ducharse y poniendo la colada en una lavadora enorme.
Herminia nos selló la credencial, nos asignó 2 camas bajas y Goyo nos invitó a una cerveza mientras tanto.
El bar de Herminia también es tienda, (cosa que por mi tierra ya no se ve) y tiene de todo, desde fruta hasta bastones telescópicos. Cuando nos fuimos al albergue nos dijo Herminia que nos duchásemos porque nos daba tiempo mientras terminaban de preparar la comida.
Así que nos duchamos, lavamos rápidamente la ropa, y la metimos con el resto de la ropa en la también gigante secadora.
Al llegar otra vez al bar ya estaban todos sentados y esperándonos para comer. El menú estuvo muy bien, abundante, todo casero, primero berza, luego lentejas, ternera con patatas y postres caseros. Yo me pedí huevos fritos y estaban buenísimos, decía que eran de sus gallinas, todo acompañado con vino de la tierra y muy buen pan. Luego nos tomamos un chupito.
El menú son 10 euros, igual que en casi todos sitios, y el chupito de orujo aparte. Goyo no almorzó menú pero se sentó con nosotros en la mesa y no hubo ningún problema.


Estupenda comida en el bar-tienda de Herminia
 Mientras comíamos llegaron los alemanes, Peter y Manfred y nos preguntaron si alguien había perdido unas gafas ¡oh maravilla de las maravillas, todo lo que pierdo aparece! Le dije que yo muy contenta, sacó las gafas del bolsillo y me las dio, ¡me cachis, no eran las mías!, él se encogió de hombros y dijo medio en inglés-español-señas algo así como ¡bueno, quédatelas de todos modos!, y nos reímos un rato. Ellos comieron más tarde.
En todo momento nos atendió bien y cariñosamente, “demasiado” según algunos, ya que a Peter, un holandés bastante serio, le mosqueaba un poco que Herminia lo “tocara” tanto, a él y a todos los demás, y es que Herminia es ese tipo de persona que enseguida te trata con mucha confianza y te habla diciendo ¡ay cariño, tómate una cervecita! ay cariño ¿te apetece comer algo? mientras te toca ligeramente el hombro.
Eso sí, te lo cobra todo, para eso es su negocio, pero al menos a todo nuestro grupo, nos trató con mucha amabilidad y se prestó a ayudarnos en lo que podía y fue uno de los mejores albergues en los que estuvimos en cuanto a la calidad de sus servicios.
Hay que ir con la idea de que no vamos a un albergue público, la filosofía es diferente, esto es un negocio privado y como tal funciona, independientemente del trato humano, que repito, no fue malo.
A lo largo del camino hay sitios mucho más caros y con peor calidad y atención y no pasa nada, no hay tanta polémica en las redes ni nadie se queja. Supongo que tendrá mucho que ver la personalidad tan arrolladora de Herminia, que, o te cae bien, o la odias.
El albergue está enfrente del bar, a unos 50 m. Es una gran sala con 13 literas muy robustas y bastante espacio entre ellas, los colchones y las almohadas tienen unas fundas muy blancas y limpias y mantas.
En el centro hay 3 baños amplios e igualmente nuevos y limpios, con unas duchas…las mejores duchas de todo el camino, muy espaciosas, con mampara de cristal, bastante presión, vamos, que una vez que te metes, no daban ganas de salirse de ella. Y por último, en la entrada están la lavadora y la secadora, industriales, de modo que en el rato de la comida estaba la ropa de todos lavada y seca, a 6 euros cada aparato, pagado en grupo no sale tan caro, y te ahorras por un día de lavar y esperar a que se seque, que ese día con lluvia no se hubiera secado.

Los chicos le dan el visto bueno a mis nuevas gafas de sol
A la tarde descansamos un poco y luego dimos vueltas por allí, sobre todo buscando cobertura para el móvil, (misión imposible) porque en Campiello hay poco que ver, y menos lloviendo.
Teníamos también que comprar comida para el día siguiente, ya que iba a ser una jornada larga y sin servicios durante muchos Km. Un poco antes del bar de Herminia hay otro bar-tienda, Casa Ricardo, donde también tienen de todo.
Herminia nos ofreció prepararnos los bocadillos o lo que quisiéramos para el día siguiente, dejándolo listo por la noche, cada uno en su bolsa para no amontonarnos y ponernos nerviosos a primera hora de la mañana.
Lo tiene ya muy bien organizado, y para nosotros es también mucho más cómodo. Así,  durante la tarde-noche, mientras tomamos algo (o no), le vamos pidiendo lo que queremos y ella lo va preparando a la vez que atiende al resto de clientes, aunque a veces, como le pasó a Chusmari, tarda un poco más de la cuenta.
Te prepara bocadillos de lo que quieras, filetes, tortilla, embutido, también hay fruta y barritas energéticas, bueno y muchas más cosas. A fin de cuentas nosotros ya no tenemos prisa, te lo mete todo en una bolsa y lo guarda en la nevera, hasta la mañana siguiente, de manera que a primera hora solo tiene que estar pendiente de ponernos el desayuno.
La noche fue bastante tranquila, aparte de los ronquidos, aunque yo no pude dormir pensando en la jornada del día siguiente. Teníamos que decidir si íbamos por la ruta de Hospitales o por Pola.
En principio habíamos pensado ir por Pola, ya que con niebla no recomiendan ir por Hospitales, pero Herminia opinaba que la niebla levantaría y quedaría un buen día.
Yo no confiaba mucho en mi resistencia física, porque toda la información que tenía de Hospitales decían que esa una subida durísima y pensar en ello me causaba bastante inquietud.
Hoy ha sido un día todavía mejor que los anteriores, los paisajes han sido mágicos, y la lluvia, y todo….

Con mis nuevas gafas de sol. La flecha amarilla es un recuerdo con el que nos obsequió Alejandro en su albergue de Bodenaya.

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